Para mi la unidad más que con el verbo ser tiene que ver con el verbo estar. Porque la unidad no es nada en sí misma, carece de esencia. Se trata de una palabra o concepto que define un determinado modo en el que se encuentran las cosas.
Por otra parte decimos que todo lo que es existe, y todo lo que existe pertenece al ser. Según esto la unidad, si existe, pertenece al ser. Quiero decir que todas las cosas que existen tienen ser o participan de él, por eso el ser da unidad a todas las cosas.
Esto que parece un trabalenguas es muy importante meditarlo para conocer–nos mejor. No es lo mismo ser que estar. No es lo mismo decir soy negro o decir estoy negro. El ser permanece, el estar es pasajero. No me importa estar vivo, dormido o muerto, lo que verdaderamente me preocupa es que yo soy, que participo del ser.
En este sentido me siento unido a todas las cosas que participan del ser, porque el ser hace posible que las cosas existan y estén junto a mí. Da igual juntos en mi propio hogar, país o diseminados por el cosmos; el ser nos posibilita estar unidos, más allá del tiempo y del espacio.
Ahora bien, considero de vital importancia preguntarse qué o quién es este ser que me lleva a la existencia, y estar en las múltiples formas en las que todos podemos aparecer: ricos, pobres, buenos, malos, unidos, divididos, feos, guapos, etc.
Se trata de conocer este ser que me hace inteligente, libre, y del que me siento penetrado o poseído.
Despierto, el ser me mueve; dormido, no me abandona; muerto, … espero verle en todo su esplendor. Estoy convencido, por exigencia de la razón, que si yo siendo sólo una participación del ser veo; él que es el ser absoluto, debe ver mucho más, hasta lo infinito. Lo mismo, respecto a su belleza, bondad, inteligencia, etc.
El trabajo y el riesgo para el hombre, está en salir de la ignorancia. No conformarse con estar, sino buscar y conocer al ser. Pero ¡ojo! porque en la búsqueda podemos quedar confundidos y obnubilados por la “sombra” del ser, el no-ser, el anti-ser. Puede pasar como cuando una gran nube solitaria, grande y espesota, interponiéndose entre el sol y nosotros, nos oculta el sol provocándonos oscuridad.
Remontando por encima de la nube de nuestra ignorancia, podemos ver el sol y su claridad: Jesucristo. Sentirnos afectados por el influjo de su amor y como bañados por su belleza.
Este es el ser verdadero que nos unifica a todos, al menos, en el deseo unánime de procurar el mayor grado de felicidad en la vida. Esto, auténticamente, sólo lo han logrado los santos siendo extraordinariamente buenos sin tener ni un pelo de tontos.